En realidad sí existe una “crisis de
lo masculino” en los muchachos. Habría que responderse a estas preguntas para
entender de lo que hablamos: ¿Cómo ubicarse cuando a la familia se le dificulta
transmitir valores y códigos de buena conducta, cuando la sociedad entera
incita al sexo y a la violencia? ¿Cómo no sentirse sumamente frustrado en una
sociedad que ensalza el placer inmediato, el placer para quien lo pueda tomar
(aunque sea por la fuerza)?
Fize (2007) refiere que un
adolescente de 20 años que vivía en Sarcelles (zona de unidades habitacionales
de las afueras de París) comentó “…Existe la sociedad que enseña las mujeres
encueradas por todas partes; y por el otro, está la familia y la religión que
prohíben hablar de la sexualidad. Los chavos estamos confundidos. No sabemos
como hablarles a las chavas”.
En las colonias y barrios, la
afirmación de la virilidad tanto pasa más por la sexualidad –y una sexualidad
agresiva—cuanto que los mecanismos de integración escolar, material y
profesional resultan deficientes para muchos jóvenes. Cualquier compromiso
afectivo duradero, al ser incompatible con esta situación de precariedad,
resulta problemático. Así pues, para explicar una violación multitudinaria, los
chicos incriminados alegarán al juez que las muchachas consentían muchas cosas.
Esta “crisis de lo masculino”
conlleva a su vez a una “crisis de lo femenino”.
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