El adolescente es al mismo tiempo
una persona y una cultura; es decir, es una “personalidad cultural”. La cultura
no sólo caracteriza a los pueblos y a las naciones, también distingue a los
hombres en función de su clase, su sexo o su edad. Por lo mismo, el adolescente
no tiene una cultura; es una cultura. Una manera de vivir el
mundo, de ver este mundo, de moverse en él.
Es una cultura que debe entenderse
como un sistema de ideas, de proyectos, de actitudes particulares que la
distinguen de la “cultura adulta”. Una cultura en el sentido fuerte de modo de
vida que trasciende las diferencias sociales o geográficas. Por eso es
conveniente hablar de una cultura en singular, aunque en sus formas de
expresión, no deja de tener múltiples dimensiones, debido entre otras cosas a
su individualismo (Fize, 2007).
De tal forma que podemos hablar de
un adolescent way of life. De una “Internacional”
de la adolescencia social y cultural. “Las comunicaciones –observa Edgar Morin—se
multiplican entre adolescentes portadores de las mismas aspiraciones, de la
misma cultura cosmopolita, de los mismos códigos” (Terre-patrie, 1993).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario