El adolescente es al mismo tiempo
una persona y una cultura; es decir, es una “personalidad cultural”. La cultura
no sólo caracteriza a los pueblos y a las naciones, también distingue a los
hombres en función de su clase, su sexo o su edad. Por lo mismo, el adolescente
no tiene una cultura; es una cultura. Una manera de vivir el
mundo, de ver este mundo, de moverse en él.

De tal forma que podemos hablar de
un adolescent way of life. De una “Internacional”
de la adolescencia social y cultural. “Las comunicaciones –observa Edgar Morin—se
multiplican entre adolescentes portadores de las mismas aspiraciones, de la
misma cultura cosmopolita, de los mismos códigos” (Terre-patrie, 1993).
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