Por supuesto que lo es. Hay incluso
publicaciones muy antiguas como la que realizó Émile Durkheim en 1897 llamada “El
suicidio” en la cual observaba que el aislamiento y la desocupación generaban
actitudes de angustia que podían desembocar, entre los sujetos más frágiles en
tentativas de suicidio. En nuestra sociedad del tercer milenio, compuesta de
individuos separados, la soledad puede llegar a ser muy grande. Los
adolescentes sufren de ella más de lo que se cree. Además, al no gozar de una posición
reconocida en la colectividad, muchos tienen un sentimiento de “no existencia”.
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