La cultura adolescente tampoco se
sitúa en un espacio específico, está en todas partes. Puede ser la “recámara”
(jugando un video, computadora…), pero su lugar predilecto está afuera, “en la
calle”, y no sólo por necesidad, sino a veces por gusto. Se ve todos los días con
los nuevos deportes de deslizamiento (patineta, patines) o el grafismo (pintas,
grafittis). Ahí es donde establece su
domicilio, donde sus miembros se siente más a gusto.
A los adolescentes les tienen sin
cuidado las categorías temporales de los especialistas y sus clasificaciones.
Espacios públicos, privados, intermedios, las palabras no les importan. Lo
único que cuenta para ellos es la libertad de ir y venir que les ofrecen más fácilmente
los lugares abiertos (bien se sabe hasta que punto a los ravers les encantan los espacios campestres). Sólo importan aún la
calidad del lugar (musical o deportivo) y su adaptabilidad permanente, puesto
que a los adolescentes les gusta poder cambiar de actividad al capricho de su
intereses. (Fize, 2007).
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