Para los adolescentes es muy
importante la forma como se ven y son vistos. El look es placer y obligación al mismo tiempo. Si quiere existir, ser
reconocido, es decir, aceptado por sus pares, el adolescente no tiene opción:
debe someterse a las normas del medio que escogió. Ya sea desde el colegio, a
veces incluso antes, debe “seguir la corriente”, conformarse a ella, si no
quiere verse excluido del grupo. Por ejemplo, entre los 10 y 15 años hay que
tener mucha fuerza de voluntad para no usar ropa de marca. La libertad
indumentaria es indiscutiblemente una libertad vigilada, la moda normativa
predomina en todas partes. Las amenazas mediáticas y las solicitudes comerciales
se encargan del resto. En el reino de la adolescencia, nadie debe ignorar la
geografía indumentaria del momento.
Todo esto produce paradójicamente
una gran uniformización. Hoy en día nadie se parece más a un adolescente que
otro adolescente. Observación válida no sólo para el mundo occidental, en el
que la similitud resulta a veces impresionante, sino también para el resto del
planeta: África, Asia, América… en donde la juventud se viste también “al
estilo adolescente”.
La preocupación por el look se manifiesta cada vez más
temprano. Volverse adolescente implica también vestirse con ciertas marcas, Es cuestión
de prestigio. Los niños “grandes” de hoy quieren productos que los hagan salir
definitivamente de su infancia. (Fize, 2007).
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