En la sociedad suele decirse que los
muchachos son “machos” ya que a menudo son agresivos, al menos verbalmente
independientemente del medio social al cual pertenezcan. Las palabras son
duras, a veces incluso crudas, para con el otro sexo.
El “ligue”, que cada vez empieza más
temprano –a veces va desde los 12 ó 13 años--, se hace con esas palabras que
hieren. Palabras que los adolescentes en muchas ocasiones aunque no siempre,
vienen acompañadas de gestos que hasta hace poco estaban prohibidos: manoseos
diversos tales como el “faje” de nalgas, las caricias en los senos, en los
genitales. De hecho, incluso a veces llegan a pedir hasta felación (rara vez
considerada como un acto sexual en sí mismo). Los chicos, fácilmente hacen
alarde del número de sus conquistas, pero, para apartarse de las miradas (reprobadoras)
de la “banda”, prefieren por lo general entablar relaciones con las chicas que
no son de su colonia. Por ejemplo: un joven confiesa “…con las chicas de mi
unidad ni me meto; todo se sabe de volada, y luego ya no tienes vida privada”; otro
joven dice: “…Andar con una chava de mi edificio está súper complicado; después
estás obligado a quedarte con ella”, etc.
Las muchachas más frágiles o
malqueridas de la colonia se quejan de que las violentan, amenazan y hostigan,
cuando no las violan. Otras consideran que los chicos “no dan el ancho”, que
son unos “habladores y nada más”. “A los chavos –añaden algunas—siempre hay que
irlos a buscar para que quieran andar con nosotras”.
Muchos de estos hechos parecen
reflejar una “crisis de lo masculino”.
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