Todo ser humano tiene tareas vitales
que cumplir, desde su nacimiento hasta la senectud. La tarea más perdurable que
todos tenemos es la de crecer continuamente, tanto en racionalidad como en
emocionalidad y capacidad de convivencia. Durante la adolescencia esta tarea
central se manifestará como una etapa de reestructuración psíquica que
conducirá a muchachas y muchachos –si todo sale bien, y a lo largo de una serie
de eventos importantes—a transformarse en adultos.
La tarea central del adolescentes es
la de conseguir esa transformación, al estudiar con cuidado sus procesos,
podemos localizar una serie de tareas específicas o subtareas. Del cumplimiento
de las mismas dependerá en buena parte el tipo de integración que alcance en la
adultez. Se trata de una metamorfosis que implicará aspectos físicos, emocionales,
cognitivos y sociales (Robles, 2011).
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