Ramírez (1987)
menciona que en función del desarrollo emocional, el ser humano necesita
desarrollar una diferenciación completa de 3 grandes áreas llamadas I. Placer-Displacer, II. Interno-Externo y III. Representación del Self-representación
de Objeto (es decir, representación de sí mismo y representación de los
demás). Para lograr estas diferenciaciones el sujeto debe pasar por una serie
de periodos llamados 1-. Autoerotismo,
2-. Narcisismo Primario, 3-. Anaclisis, 4-.
Narcisismo Secundario y 5-. Complejo de Edipo. (Freud).
2-.
NARCISISMO PRIMARIO:
Pasando al
segundo período, según S. Freud (1914) existen “zonas erógenas” preformadas que
poseen “a priori” una determinada capacidad para serlo, generalmente
relacionada con necesidades fisiológicas. Menciona: “La primera actividad para
el bebé, y la de más importancia vital, es la succión del pecho de la madre (o
de sus subrogados)…”; esta actividad permite al niño empezar a diferenciar las
sensaciones placenteras de las displacenteras, algo que en el período autoerótico
no se daba.
No es sino
hasta que se establece la “percepción diacrítica” (Spitz 1960), esto es, hasta
que se liga la percepción de un rostro humano (usualmente el de la madre) con
el acto placentero del amamantamiento, que se inicia la existencia de un
“otro”, que proporciona el placer o provoca el displacer, pero este otro aún no
es percibido como “externo”, sino formando parte del mismo sujeto.
Se forma así
una primera relación sujeto-objeto donde ambos son experimentados como una
unidad (huevo simbiótico) y donde la cualidad-afecto placer-displacer se
adscribe a uno u otro polo indistintamente. De lo anterior parece quedar claro
que durante esta fase se inicia la diferenciación entre la sensación de placer
y la de displacer, estableciéndose una relación de “espejo” en la que el niño
visualiza a la madre como una parte de sí mismo que aparece cuando la necesidad
ha alcanzado su nivel optimal (Rapaport 1951) y la descarga se hace imperativa.
La fugaz aparición de la madre y la gratificación que de ella se deriva cierran
un ciclo de omnipotencia en el niño, por esta razón Freud (1914) llama a este
estadio “narcisismo primario”, planteando que si bien hay una díada interactiva
entre la madre y el niño, desde el ángulo de este último, la madre forma parte
de un sistema cerrado, que se autocontiene.
Otros autores
han aportado datos y conceptos valiosos en referencia a esta época de
desarrollo. Ferenczi (1911, 1914) al hablar de la evolución del sentimiento de
omnipotencia, implica que durante este período hay una predominancia de la
“omnipotencia del gesto”, es decir, que hay una vinculación entre el llanto y
la aparición del pecho, como si éste respondiera al llamado del gesto, más aun
cuando el niño ya no requiere de gestos dramáticos para llamar a la madre y
desarrolla gradualmente patrones de demora que podrían sugerir, en las palabras
de Kohut (1971) un proceso de “internalización trasmutadora”, un retirar
catexias frente a la “frustración optimal”, que constituyen, internamente
sistemas de “tranquilización” ante la angustia desintegradora provocada por la
falta de gratificación del impulso, o tal vez, por la falta de respuesta humana
empática.
Desde la
observación clínica de infantes realizada por Spitz (1960) se comprueban las
hipótesis anteriores. Al observar la sonrisa del tercer mes, Spitz plantea el
concepto de un primer organizador que denominó “percepción diacrítica”, que
integra, por una parte la sensación de gratificación de un impulso, al
reconocimiento de un patrón neural de la cara humana, lo que elicita en el niño
una sonrisa como respuesta al rostro humano. Este primer organizador parece
coincidir con la plenitud del proceso simbiótico humano. Este concepto de
“simbiosis humana”, debido a Mahler (1960), hace énfasis en un fenómeno que no
ha sido siempre cabalmente comprendido: El hecho de que para que se pueda
hablar de un proceso intrapsíquico en el ser humano, se hace necesario un
proceso de desarrollo que se da a partir del nacimiento y que toma algún tiempo
para su realización. De manera que en la formación de los seres humanos se
puede hablar de dos embarazos: uno biológico que toma nueve meses y otro
psicológico que en su parte esencial toma por lo menos los primeros seis meses
de la vida extrauterina, pero que para su cabal realización toma los cinco
primeros años de la vida.
No puede
exagerarse la importancia que para la formación de la psique humana tiene estos
primeros meses de vida. En este período deben ocurrir procesos que permiten la
adquisición de seguridad básica, el sentimiento de pertenencia a la especie, la
puesta a prueba de nuestra capacidad de omnipotencia, el germen de nuestras
relaciones de objeto, externas e internas, además de los procesos de maduración
de los aparatos del yo responsables del área de autonomía primaria, y los
primeros choques entre nuestras necesidades impulsivas y la demora que se
impone desde el exterior, que de alcanzar su punto optimal, nos lleva a una
mayor estructura del yo, o, en caso contrario nos precipita a un proceso
psicótico.
Planteado de
esta forma, el proceso simbiótico o de narcisismo primario, el “embarazo
psicológico”, implica la existencia de dos organismos en cerrada interacción.
Por una parte un niño en desarrollo, que tiene una serie de necesidades a
satisfacer y una serie de habilidades, casi todas en desarrollo, que son sus
únicas armas para lograr satisfacer dichas necesidades; y por otra parte una
madre, un ser humano que va a asistir (en sus dos sentidos: presenciar y
ayudar) a que el niño logre sus metas que son sobrevivir como organismo, vía la
satisfacción de sus necesidades instintivas y, convertirse en un ser humano. No
se discute que el niño ya es un ser humano, en sí mismo, sino que para el logro
de la realización de esa potencialidad humana, requiere de la asistencia de
otra persona. Desde los planteamientos de Hartmann (1939) se sabe que una parte
de la estructura del yo está ahí desde el nacimiento y que se encuentra dotada
de aparatos para lograr una adaptación a un medio probable. Estudios recientes
(K. Kaye, 1982) de la conducta temprana del bebé han confirmado esto, en una
serie de experimentos que muestran cómo el bebé actúa de manera tal que induce
la respuesta por parte de su madre a satisfacer sus necesidades de contacto (de
estimulación), y que aunque no se da una comunicación bipartita real, en el
sentido de una intencionalidad de ambas partes, sí se establece un diálogo, que
como una ficción introduce al niño al rol humano.
Este período
simbiótico o narcisista primario es coincidente con el periodo de dependencia
infantil de Fairbain, y de dependencia absoluta de Winnicott, con el período
preobjetal de Spitz y aparece en esta etapa su primer organizador. Corresponde
también a la etapa de las relaciones self objeto indiferenciadas de Kernberg y
su final corresponde al inicio del estadio del self cohesivo de Kohut. En este
período se presenta la falla básica según Balint y la culminación del período
esquizoparanoide de Klein.
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