Los adolescentes tienen mala fama,
especialmente los de los sectores pobres y los presentan como delincuentes,
vándalos, ladrones o incluso violadores. La realidad es que hoy en día a muchos
adolescentes les cuesta trabajo distinguir entre los permitido y lo prohibido;
ya no tienen una justa apreciación de la gravedad de algunos de sus
comportamientos y, por ejemplo, les es difícil considerar que una violación es
algo más que un “juego” que acabó mal, que se trata de un atentado mayor contra
la integridad física y moral de una persona, sancionable por la ley.
Llegan a ser violentos e incluso
criminales en parte debido que esto es el resultado de una violencia ejercida
contra ellos, de naturaleza social. En pocas palabras; los adolescentes son
violentos porque la sociedad es violenta. Al referirse a violencia social nos
referimos a aquellas imputables al Estado o a las grandes instancias de
socialización que actúan en su nombre: la escuela, la familia, etc. El fracaso
y la presión escolar de alguna forma son una especie de violencia hacia los
alumnos.
En el mundo adolescente, las
desigualdades sociales persisten, fuertes y duraderas. En la escuela, el
trabajo e incluso las diversiones, nunca dejan de existir, imperturbables.
Entonces se enfurecen los más desheredados, los de las poblaciones periféricas
de las ciudades porque les dan rabia tanta injusticia. A esta violencia social
responden con violencias individuales o de grupo, a veces espontáneas o débilmente
organizadas en bandas.
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