Lograr el desarrollo consiste en
alcanzar la capacidad de manifestar de manera amplia las posibilidades de
comportamiento físico, emocional, cognitivo e interaccional, con que el sujeto
fue dotado genéticamente; esto va a ser posible si las circunstancias son
favorables; en caso contrario los desarrollos que se alcancen serán
incompletos. El desarrollo constituye una ecuación: lo que ingresa se
corresponde con lo que se produce, es decir, los suministros biológicos,
cognoscitivos y emocionales que van integrando a la persona, se corresponden
congruentemente con las exteriorizaciones, es decir, con los comportamientos.
Son tres los hechos principales los
cuales se conjugan en el desarrollo de la vida: la herencia, la cultura del
grupo social en que se vive y las contingencias de la historia personal. La
conjunción de las tres es diferente e irrepetible en cada individuo; su “destino”,
entendido como la fisonomía general del desarrollo de su individualidad, dependerá de la manera como
se conjuguen estas fuerzas.
Existe un gran impulso innato hacia
el desarrollo de las potencialidades heredadas, que intenta hacerlas interactuar
de manera vigorosa con los elementos del ambiente; esta interacción y los
aprendizajes y habilitaciones que de ella resultan, es lo que ha permitido la
sobrevivencia. Es por esto que al actuar y conseguir desarrollo subyace una
sensación placentera; la coartación de las vías de acción es uno de los grandes
pesares que se puede imponer a una persona y constituye una fuente lógica de perversiones
y disfuncionalidades. En efecto, al no ser posible el desarrollo sano, las
energías vitales se manifiestan en diversos tipos de trastornos. Cuando los
obstáculos son severos, bloquean la manifestación de las capacidades físicas,
intelectuales y de disfrute emocional de la persona, y por lo mismo propician
conductas depresivas o destructivas. (Robles, 2011).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario