Los adolescentes dicen creer en el
amor, en la amistad, en la fidelidad (pero poco en la religión o en la
política). Defienden grandes principios republicanos: libertad, igualdad,
solidaridad. Principios fundamentales que le dan un sentido a la existencia (su
existencia), principios indisociables. Libertad en la cual han sido creados y
que les es “natural”. Igualdad (al menos la de los derechos y de las
oportunidades) que, cuando no se respeta, provoca su indignación y protesta
(muchos movimientos estudiantiles nacen, como bien se sabe, a raíz de una
violación de este principio, o de la sensación de que se está violando).
Solidaridad, finalmente, que saben expresar cuando es preciso o en su vida
cotidiana. (Fize, 2007).
En la realidad concreta algunos
sentimientos de los adolescentes se expresan, otros no. Los adolescentes pueden
comprometerse a favor de múltiples causas. También pueden mostrarse poco
cooperativos e incluso francamente egoístas. A fin de cuentas están hechos a
imagen de los adultos, a la vez puros e impuros, responsables e
individualistas. Los adolescentes tiene, por lo general, una mirada un tanto
desengañada sobre el mundo actual y ya no parecen creer en su transformación.
Los adolescentes manifiestan un gran
desconfianza, por no decir una franca hostilidad, hacia todos aquellos que
detentan algunas claves del cambio: los políticos, los empresarios (que les
parecen poco accesibles), la Iglesia, etc.
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