Para cada uno de los múltiples
conflictos físicos, emocionales o intelectuales, cada adolescente busca su
punto de equilibrio. Las ubicaciones hacia cualquiera de los polos, son casi
siempre inconvenientes; por ejemplo, no es deseable permanecer ni muy excitado
ni demasiado tranquilo. Lo que se busca es la combinación emocional adecuada
para responder a los requerimientos de cada una de las situaciones que nos
presenta la vida. Lo “adecuado” es un equilibrio que permite alcanzar objetivos
deseados, en una situación en la que intervienen algunas o numerosas fuerzas.
Localizar lo adecuado, por lo mismo, requiere permanente atención y esfuerzo;
también de evaluación oportuna y de modificación de caminos. Todo es posible si
se cuenta con elementos básicos de conocimiento de las estructuras de las
situaciones y con la voluntad personal de entenderlas y de manejarlas.
Los adolescentes no se desarrollan
al mismo ritmo; unos son más rápidos en algunos aspectos, aunque sean más
lentos en otros. En general, el desarrollo es asimétrico, es decir, que no es
igual en todos los aspectos de la personalidad; se puede ser, por ejemplo,
hábil en matemáticas y torpe en modelado, o tener mucha capacidad espacial y
poca lingüística. De ello se desprende la necesidad de observar el desarrollo
del adolescente para llegar a reconocer sus capacidades y flaquezas; unas y
otras deben ser apoyadas a su nivel, sin exigir demasiado de ninguna, Cuando se
quiere forzar el ritmo, ir más rápido o más lento de lo que es naturalmente
posible, se perturba el desarrollo normal del muchacho. (Robles, 2011).
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